El viento sopla enfurecido
viene del oeste, de la sierra de Francia
y los pilla bajando por el prado
camino del río, de su puente,
se acurrucan uno contra otro
mientras caminan, y comprenden,
cuando por fin se sientan en el pretil,
que, en realidad,
nadie sabe nunca
que nos deparará el destino
y se miran a los ojos
sintiendo próxima la despedida
y observan el fluir de la corriente
y callan...
Se cogen de la mano
hablan del futuro,
separados, cada uno en su sitio,
bolígrafo o pincel, qué más da
pero solos, dolorosamente solos,
y el aullido del lobo, ese viejo lobo solitario
dueño de las noches de la sierra
se abre paso
como un rayo
y me despierta.
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