sábado, 14 de diciembre de 2013

In memoriam*

Qué ligero te has ido. Qué rápido te fuiste, madre; fue doblar la esquina y ya no estabas. Tienes las manos tan frías y yo tantas cosas que decirte. Tanto lo trabajado y sufrido. Solo me queda recordarte, imaginarte cuando, después de mucho años, volvías a sonreír al mirarme  ¡Cuánto sufriste mi muerte prematura! Tienes las manos tan frías y yo tantas cosas que contarte…
Todavía recuerdo el día que te regalé un borrador de mi primer libro. La dedicatoria concisa y breve, entonces me miraste y me dijiste: -Eres más listo que los ratones coloraos. ¡Si supieras el vacío que has dejado! Te has ido al descuido, y yo tengo tanto que decirte.
De un plumazo ya no estás, tu incansable corazón se ha roto, un mundo se va con tu partida, y yo más solo, más ignoto. Tienes las manos tan frías, tan largo el silencio, que ya no puedo recobrarte; ya te fuiste. Un cuerpo ausente del que solo nos queda el aliento. ¡Qué lejos estás! ¿Por qué te fuiste?
Te has ido antes del alba ¿Por qué has de madrugar para todo? Nunca sabrás de mis últimas palabras, tienes las manos tan frías, tan lejos la mirada. Pobre de mí, condenado a escribir para quien no lo leerá.
Decirte adiós, hondo y ligero, a ti, qué tanto fuiste; está tan lejos. Una quimera. Traspasado el corazón de parte a parte, decirte adiós es regresarte.
Listo está Caronte, te espera para tu último viaje. Descartado el milagro, espero, frágil y salvaje; un mañana sombrío para hacerte el equipaje.
Doblan las campanas, listo el atrezo de tu despedida; y tienes las manos tan frías, tan desmadejadas. Tantas cosas que decirte, y las palabras son tan poco.
La he visto de nuevo, esta vez junto a tu cama, espera; siempre espera. Miro sus cuencas oscuras, le suplico. Mi hermana rompe a llorar ¿Por qué te vas? ¿Por qué te has ido? Nos dejas tan solos, tan perdidos.
Yaces inerte, los huesos moribundos. Una sombra a la izquierda de tu cama, tan sutil y tan presente. Te lloro a solas, ya sabes, como siempre.
Justo como empecé, mamá: escribo y lloro o lloro y escribo. Esta vez, la banda sonora la ponen las baladas de un joven Tom Waits. Rompen el silencio, acompañan mis pesares; ya sabes, como siempre.
Tu cocina vacía, y un viejo número de sopa de letras, ajado por el tiempo, guardados están en mi archivo de ausencias. Dejaré de verte los viernes. Todo se pierde, y la sangre llama a la sangre, lo sabes mejor que yo.
El dolor es inevitable y la felicidad una quimera, y aun así vivimos.
Levantar la copa y desearte buen viaje. Vas ideal, ligera de equipaje; y tan entera. Te va a ir muy bien, no temas.




* Para Manoli, mi madre.